POR MARIELA ROXANA RAMOS & ADRIANA EDITH GALARZA
El domingo 31 de marzo La Vélez, como se conoce al Club Vélez Sarsfield, en la ciudad de Tafí Viejo, se prepara para el torneo de fútbol local. Fundado el 25 de mayo de 1963 es el lugar de encuentro de residentes del barrio.
Habitualmente en otoño, el paisaje de la llamada “ciudad del limón”, se pinta de gamas de marrones. Mientras los álamos que rodean a la cancha amplifican los sonidos del viento. Temprano, a las 9 de la mañana doña Dora despliega la mesa de trabajo como cada domingo para comenzar con la venta de empanada, sus únicos ingresos de la semana: “La jubilación de ama de casas no alcanza”, comenta Sandra en la verdulería. Agrega que “venía a terminar con la casta y está terminando con los viejos” mientras dirige su mirada hacia doña Dora a quien posteriormente saluda y con paso lento se dirige a su casa.
El aroma de las empanadas anuncia el mediodía y como todos los domingos a las 12 en punto están listas para la venta. ¡Habrá “promo”! y la noticia corre como pólvora y en cuestión de segundos los primeros pedidos empiezan a entregarse, cuando una música de cuarteto irrumpe en la escena. “En una villa nació/fue deseo de dios/crecer y sobrevivir/a la humilde expresión/Enfrentar la adversidad/ con afán de ganarse a cada paso la vida/En un potrero forjo una zurda inmortal…”.
En su casa, a media cuadra de la cancha de calle Vélez Sarsfield 851, después de encender el fuego, Sandra acerca las verduras a la cocina para lavarlas mientras conversa con su hermana Mimí: “Cuando se tienen 55 años, descansar es imprescindible para nuestra salud”. Preocupada por los excesos de Sandra en las largas y arduas jornadas de trabajo durante la semana, Mimí intenta que reflexione: “Hermana te vas a joder los riñones de tanto fregar”. Tras permanecer en silencio finalmente Sandra responde: “Esta vida que no te da tregua. Sumas, restas, restas más que sumas”. Sonríen cómplices de experiencias compartidas.
Tras las risas, Sandra intenta tranquilizar a Mimí y repite una frase que recuerda de un libro de Franz Fanon, Los condenados de la tierra, que encontró sobre la cama cuando se quedó a dormir en lo de una amiga la semana pasada: “Tal vez sea cierto que el placer más seguro de esta vida es el vacío placer de las ilusiones (…), también los sueños son tenaces (…)”. Al cabo de unos segundos de silencio repite: “También los sueños son tenaces” mientras acaricia la mejilla de su hermana.
¡Las hermanas sean unidas o las devoran los de afuera! resuena la voz de Fabián Antonio Villalba desde la puerta que da al patio. En las manos trae una bandeja con la carne lista para poner en la parrilla. Mimí pregunta qué hora es e Inmediatamente Sandra responde que las 13. “En menos de 40 minutos comemos”. Fabián es la pareja de Sandra y hace cinco años empezaron una relación.
Media hora pasadas las 13 los aromas se fusionan e invaden la casa. El característico olor a carne a la parrilla, las verduras a las brasas se vuelven irresistibles. Posteriormente la mesa también está lista y los comensales empiezan a aparecer. A los que están, se suman Gonzalo y Javier, hijos de Sandra, nacidos de un primer matrimonio.
Alrededor de las 15,30 despejan la mesa y las cartas que saca Gonzalo de una mochila negra anuncian una partida de truco. Mientras tanto en la cancha el partido está que arde. La jornada transcurre con mucho nerviosismo en La Velez. “El futbol es pasión”, expresa Javier que besa su camiseta de Vélez y señala con la mirada en dirección a la cancha.
Al caer la tarde, el día empieza a despedirse lentamente. A partir de las 18 los rezagados de La Vélez se aferran al último trago: “Cerrame el ventanal, que arrastra el sol, Su lento caracol de sueño, ¿No ves que vengo de un país, Que está de olvido, siempre gris, Tras el alcohol?”. La última curda acompaña con su melodía los momentos finales de ese atardecer, cuando un vecino desesperado alerta a los que todavía quedan en la cancha: “¡La cana, la cana!”. Inmediatamente los disparos de balas de goma y los gritos desplazan los sonidos del ambiente.
Las explosiones saturan el aire “¿Tiros?”, pregunta aterrorizada Mimí. La certeza que antecede a la respuesta conmociona los cuerpos. Aturdida Sandra corre en dirección a la cancha y logra encontrar a su hermana Cecilia que está junto a su cuñado Ardiles, quien comenzó a organizar los torneos de futbol hace más de diez años. Antes de llegar a donde se encuentran, puede ver como una policía femenina golpea con su puño a su hermana lastimándole la boca. Acelera su marcha. Cuando por fin llega, protege con su cuerpo a Cecilia y es ella quien ahora recibe los golpes. Logran escapar y corren al domicilio que comparten.
Minutos más tarde un gran número de efectivos policiales irrumpen violentamente en la propiedad tirando la puerta y rompiendo la ventana que da a la entrada de la casa. Golpean brutalmente a sus hijos, a su pareja y a su hermana Mimí quien no puede caminar.
Luego Sandra desmayada como consecuencia de los golpes recibidos es arrojada en una camioneta de la policía. Las cámaras de una forrajearía que se encuentra al frente captura la violenta escena. Es trasladada junto a los demás detenidos, familiares y vecinos, con rumbo desconocido. La pedagogía de la crueldad muestra su peor rostro escondido detrás de la máscara del Estado.
Aproximadamente a las 20 horas la camioneta devenida en vagón, avanza en la formación del Trencito” que conforman los móviles policiales. El Trencito se detiene en la intersección de las calles 9 de julio y Sarmiento. Los detenidos reconocen la Comisería Centro de Tafí Viejo, pero desconocen las causas de las detenciones. Nunca les explicaron los cargos. Inmediatamente la policía femenina, que mantuvo el rostro cubierto durante todo el operativo arrastra brutalmente a Sandra, aun inconsciente. Una vez en el interior de la comisaria, continúa golpeándola.
Sandra despierta, no sabe cuánto tiempo transcurrió desde que cayó desmayada. Solicita información de sus hijos y de Fabián, su pareja. Los minutos capturan la eternidad, el tiempo juega a las escondidas. Se incorpora en el instante que reconoce a un policía de nombre Gonzalo, pero no está segura. El policía se acerca y la intimida: “trescientos mil serían quizás suficiente para que los liberen” y agrega desafiante: “te quedas quieta y calladita la boca ¿Entendiste?”, la amenaza. Trescientos mil cuesta el “paseo en el Trencito”. La cara más perversa de la violencia institucional.
El dinero lo trajo la madre de Fabián, juntaron el monto gracias a la colaboración de familiares y amigos cerca de las tres de la madrugada. No reciben ningún comprobante del dinero que entregan, deslizándose en algún bolsillo de los uniformados. Veinte minutos después junto con el amanecer del nuevo día, ya 1 de abril, llega el Uber que los regresa a casa. “El viaje en el trencito que no queremos tomar, llega a su fin.
Cuando asumió el Jefe de la Policía de Tucumán, Joaquín Alfredo Girvau Olleta, se profundizó el accionar represivo de las fuerzas de seguridad, evidenciando una política institucional de violencia focalizada sobre sectores populares, en los barrios vulnerables, donde el sendero del acceso a la justicia se convierte en ciénaga. La policía arma Trenes. El trencito, en diminutivo, intenta suavizar la violencia institucional que despliegan en los barrios. Los vagones son camionetas y motos, los maquinistas y guardas, vestidos de azul y de civil, son policías. Los denominados operativos, razias o mega procedimientos, no son aislados, tienen una misma lógica: despliegue espectacularizado de efectivos policiales, detenciones masivas ausencia de control judicial, violencia institucional, armado de causas y silencios cómplices. “Bastones que pegan sin razones…”, explican Los Piojos con su letra.
Es una creencia muy extendida que el orden legal pierde efecto cuando no dispone de medios violentos para lograr sus fines. Como consecuencia del accionar represivo, el derecho no sería más que el privilegio de los poderosos, que solo podría ejercerse a través de la violencia. ¿La presencia masiva de la violencia ejercida por la policía es un signo de inestabilidad? ¿Un orden legal que solo se conserva a través de la violencia se revela muy frágil? Preguntas que invitamos a reflexionar a nuestros lectores.

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