POR HECTOR MAURO OLMOS Y FLORENCIA ABIGAIL ROJAS
Una juventud que se mueve: el camino a la militancia
Vivanco Luisa, la imagen de una profesional que siempre le motivó lo comunitario, lo social, lo grupal. Cuando menciona esto lo expresa de una manera entusiasta y feliz, con esa emoción de quién ama el servicio por su comunidad y busca hacer del mundo un lugar mejor. Su necesidad de vocación de ayuda nace por su sensibilidad ante las injusticias, viendo en lo colectivo y en la unidad una salida para superarlas,siendo las herramientas que utilizó durante todo su camino como militante.
Pendiente, atenta y receptiva; para Luisa la militancia representa eso: involucrarse, acercarse y escuchar a quién lo necesita. Darle voz a las minorías silenciadas y despojarse de los prejuicios e indiferencias que impiden la proximidad entre pares. Recuerda con gran nostalgia como aquel que recuerda los más bellos años de su vida que sus primeros pasos en la militancia durante los años 70 la motivaron a implicarse en el activismo social y en la política de esa época. ”Éramos una Generación que hacía de todo” relata Luisa, orgullosa de haber sido parte de una juventud que se caracterizó por ser rebelde, revoltosa, alegre y con predisposición de cuestionar aquello que era injusto. El silencio jamás fue un lugar en donde encontraron comodidad; por el contrario, alzando sus voces sentían que podían mejorar la actualidad sometida por la individualidad y el desinterés.
Ese deseo de participar respondía,entonces, a una generación comprometida y susceptible ante las desigualdades, un sello distintivo de las juventudes de aquella década. Una juventud que atravesaba una profunda transformación social y política, marcada por el auge de inconformidad al orden establecido, la búsqueda de nuevas experiencias culturales, la expresión identitaria de los jóvenes, la participación activa en la lucha por la Democracia, y la represión del golpe de Estado durante la dictadura militar. Una verdadera juventud en todo su esplendor, una juventud que se movía y se hacía escuchar.
Allí estaba Luisa, en una década que se caracterizó por una fuerte presencia de movimientos estudiantiles, sindicales y sociales que se manifiestaron en grandes movilizaciones y protestas contra el Gobierno y sistema establecido. ”Podíamos estar horas y horas discutiendo en Asamblea hasta que todos dijeran lo que pensaban” recuerda Luisa haciendo una comparación entre las diferencias que existen hoy entre distintas agrupaciones políticas estudiantiles.
La Facultad y las calles guardan en el corazón de Luisa un lugar muy especial porque allí se gestaron las experiencias y vivencias de su ferviente juventud. Esos fueron los espacios en donde logró saldar su deseo de militancia. Espacios que convocaban a los más diversos jóvenes pero que organizados reflejaban y expresaban sus inquietudes y repudio a las estructuras sociales que generaban brechas de desigualdad e inequidad.
El inicio del terror
Aquel espíritu crítico, que fue la huella de una generación con ganas de discutir, empezó a ser perseguido, silenciado, censurado y reprimido.
Al país le tocó atravesar uno de los capítulos más oscuros y siniestros de su historia, dejando cicatrices en una nación que no pueden cerrarse por el dolor de la herida. Instalado el terror en Tucumán en 1975 a partir del denominado Operativo Independencia, la provincia comenzó a funcionar como campo de prueba de persecución política, una actividad que se extendió luego en todo el territorio y que funcionó por fuera del circuito legal. El miedo y el pánico rápidamente comenzaron a tomar forma y las alternativas para escapar del horror se reducían a vivir en la semiclandestinidad, cuidarse en los pasos que se daban, en las palabras que se pronunciaban y cada persona con la que se hablaba. Otra salida era optar por el exilio. Con una familia conformada y con el sentimiento de tener que cuidar a sus seis hijos, para Luisa escapar era la única posibilidad de sobrevivir y enfrentar el pánico que ya se había instalado en toda Argentina. Así tuvo que partir hacia Venezuela, abandonando ese Tucumán que le había dado la posibilidad de cumplir su sueño de niña de ser psicóloga y de formar una familia, pero que por la dictadura ,se veía obligada y empujada al exilio. Las noticias de compañeros secuestrados, las terribles torturas a la que los sometían y las desapariciones forzadas a militantes, estudiantes y civiles empezaron a sembrar en Luisa la urgencia de radicarse en otro país distinto al suyo hasta que el volcánico ambiente político se apagara.
El exilio: el dolor de partir
“Soñaba con volver y brindaba cada año con regresar” .Volver fue una palabra con muchísimo peso para Luisa mientras atravesaba su forzado exilio,ya que representaba el deseo de regresar a su suelo.“Brindaba siempre por la vuelta a fin de año con otros exiliados…nos tuvimos que ir, no fue una elección” recuerda Luisa con pesar.
Marcharse para resguardarse y resguardar a los suyos, transitar el desarraigo y el duelo de dejar a su país, experimentar nuevas formas de vida y conocer otros valores, son desafíos que Luisa atravesó mientras tenía que aprender a lidiar con el abandono de una parte de su ser que quedaba en Tucumán. Sin embargo,esa partida dolorosa y forzada nunca le arrebató a Luisa su fuerte convicción de militancia. Durante sus años en el exilio se abrazó tan fuerte a ella que decidió apoyar las luchas de los países de la región, resignificando su activismo y convirtiendo todo lo que había pasado en propósito de lucha y resistencia.
“EL RETORNO: DOS MUNDOS DIFERENTES”
“Tucumán era muy ardiente a pesar de ser chiquito, luchaba efervescentemente” expresa Luisa, resaltando la pasión con la que combatía su querido Tucumán. Con el retorno a la Democracia y la esperanza siempre intacta,en su regreso se encontró con un panorama totalmente diferente al que hubiese imaginado.”Era un Tucumán con miedo y temor,me dolía un montón” recuerda con conmoción.
Golpeado por los hechos recientemente ocurridos,Tucumán lloraba.Lloraba a quienes habían sido víctimas de la crueldad y la desidia de un estado terrorista,lloraba en silencio,de manera individual, sin ánimos de pronunciamiento, porque el temor había logrado calar en lo más profundo de la sociedad,y el resultado de ello:el miedo por relatar y dar cuenta de lo sucedido. Los campos de concentración, el plan sistemático de exterminio y el cruel maltrato dejaba un recuerdo lacerante entre la población y la secuela de ello: una amnesia colectiva.
“La resistencia como herramienta para combatir al negacionismo

Ante la fragmentación de la unidad política que sufría Tucumán por los traumas ocasionados durante el estado de sitio, Luisa comenzó una búsqueda en donde poner en práctica su militancia. Así encuentra refugio en las Madres de Plaza de Mayo que se reunían en Tucumán, sumándose al reclamo por su hijos e hijas desaparecidos y nietos nacidos en cautiverio. ”La militancia surgía desde el compromiso” recalca con énfasis Luisa, que nunca perdió su esencia combativa de trabajo político y social. Articulando su profesión de Psicóloga con el arte, Luisa habla contenta al recordar su paso como docente en la carrera de teatro en la Facultad de Arte,donde además abrió la Cátedra libre de Arte, Ética y Derechos Humanos. La existencia de esos universos, como ejercicio político de oposición al olvido de lo que había ocurrido, significaron para Luisa una importante responsabilidad. Nos recalca que en la unión entre arte y pensamiento racional se habilitan nuevos lenguajes y técnicas que contribuyen a la reivindicación de la memoria, la reconstrucción de la verdad y la exigencia de justicia. ”Había que ser creativo”. En esa creatividad encontró la manera de transmitir nuevas formas de mensajes y nuevas metodologías de aprendizaje y acompañamiento para las víctimas. El objetivo estaba claro: buscar nuevas alternativas para comunicar, por lo que el arte fue el camino que tomó con ayuda de sus colegas para hacer llegar un claro mensaje: la memoria nunca debe morir y siempre se debe recordar.
Acompañada por mujeres con historias de lucha,integrantes y militantes de los organismos de Derechos Humanos de Tucumán,Luisa también forma parte de “Las Subversas”,un grupo de resistencia con un fuerte compromiso con la vida sostenido desde el arte y la canción.
En la escritura Luisa encontró el modo de bordar el ayer y el hoy,volcando su vivencia en el arte de escribir siendo autora del libro “Decir que somos quiénes somos”,donde realiza un recorrido por su vida testimonial,cargada de alegrías,de entrega,militancia,de exilio.El registro de aquellas páginas retratan los años de su juventud,el amor hacia su generación y el trabajo duro por construir prácticas de memoria.

La reconstrucción de la historia: la memoria, la verdad y la justicia
Nos queda ahora seguir pavimentando este camino de reconstrucción de la historia. Ir sembrando nuestras semillas que permita el crecimiento de la memoria, verdad y justicia. Pero se necesita más que tierra fértil para ello, se necesita preparar un terreno en el que las juventudes se acerquen e interesen por conocer la historia, sensibilizarlos con esa herida, despertarlos y retirarlos de la comodidad y el silencio de la ignorancia. Así como Luisa, que buscó en cada instancia pedagógica enseñar e incorporar esos valores, innovando en las herramientas para lograr un llamado a la participación y la construcción democrática. Esas son las armas que tenemos para combatir el pensamiento desvalorizante e invisibilizador que se quiere instaurar desde el clima político actual. Pero¿cómo hacerle frente a ese pensamiento?Para esto resulta importante encantar a niños, jóvenes y adultos sobre la verdadera importancia del peso histórico ,generar dudas o preguntas de lo ocurrido, ser compasivos,ilusionar acerca de la lucha colectiva y aprender a no juzgar,solo así se dá un salto hacia la mentalidad crítica ,para tener luego empatía con aquellos que ya no están .La empatía es algo que hoy representa una gran arma para defenderse del individualismo, de la indiferencia e incluso de la crueldad de dirigentes que con su cinismo y deshumanización,terminan legitimando discursos que reivindican el accionar perverso de quienes comandaron el plan de exterminio masivo. En el mar de odio que nos inunda, nuestro mejor barco son los espacios de articulación disciplinarios, las nuevas formas de comunicar y una verdadera predisposición por escuchar;pero escuchar sin prejuicios, sin críticas, sin sesgos que nos permita ver al otro, y así otorgarle un refugio que le signifique un espacio de expresión. Desde nuestra participación colectiva tenemos entonces la importante tarea de servir como canales para hacer llegar más historias como las de Luisa, mensajes de lucha y militancia que nos hacen más sensibles en un tiempo en donde la emotividad parece no estar permitida, el resultado de ello, un gran cambio con un objetivo: reconstruir la historia, mantener viva la memoria, reivindicar la verdad y demandar la justicia para decir NUNCA MÁS.