La falta que nos hace un buen cineclub

POR PRISCILA CÓRDOBA

La tradición de ir al cine solo, con amigos o familiares fue en descenso. Las causas son múltiples: el valor de la entrada, la acotada cartelera, los servicios de streaming, la mediocridad o la falta de creatividad en las producciones de Hollywood. Y que sobre todo nos llegue ése cine poco variado.

En Argentina el presidente, Javier Milei, ataca a la industria cinematográfica nacional, coronando un discurso de odio que le sigue su motosierra al INCAA (Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales).

Estas situaciones que en los últimos años tienen eco, no solo en la política global o nacional, también puede notarse en la escena cultural de Tucumán. Acompañados de una emergencia o urgencia a los espacios para compartir, debatir ideas, pensamientos y acontecimientos que no son ajenos a las vivencias de los tucumanos.

En la provincia, los espacios donde se gesta la cultura, incluso la contracultura, son variados: el espacio INCAA, el Centro Cultural Virla, clases abiertas organizadas por cátedras de la facultad y algunas propuestas de nicho como La Taberna de Saturno. Pero ¿dónde se encuentran esos lugares para compartir entre personas y grupos, las ideas? Si bien es cierto que con las redes sociales opiniones hay en todos lados, y en gran cantidad… Los espacios físicos que reúnen a grupos de personas que compartan un mismo interés intelectual y con ansias una charla que de alguna forma los deje satisfechos, casi no existen. ¿Es solo un imaginario romántico del pasado, cuando intelectuales se encontraban en cafés y surgían ideas? O como cuando aficionados de la radio en argentina compartían sus saberes técnicos y consumían sus programas de forma recíproca.

La idea de los cineclubes no es nueva, en Argentina 1928 comenzaron las proyecciones del Cineclub Buenos Aires en la sociedad Los Amigos del Arte, con la coordinación de León Klimovsky (crítico y aficionado al cine). Lo que fue este prototipo de espacio no se aleja de lo que hoy se entiende cuando hablamos de Cineclub: allí se difundió la cultura cinematográfica a través de una organización en la proyección y selección de filmes, y el comentario sobre la película. Es curioso un testimonio de la época sobre el cineclub, describe que «la novedad más considerable que puede presentar el Cine-Club de Buenos Aires con relación a todos los clubs similares europeos es la abundancia de films rusos y soviéticos, de aquéllos que la censura europea proscribe y que aquí se dan públicamente y sin mayor asombro». Además de proyectar películas que son censuradas, se presenta un rasgo actual de este espacio: la proyección de filmes que no ocupan lugar en las carteleras comerciales. 

En San Miguel de Tucuman abundan espacios de cineclubismo, en especial en zonas muy frecuentadas por tucumanos, como en el centro o en la Mate de Luna. Uno de ellos es Susini que está ubicado en Mate de Luna 2930 y comparte lugar con El Atelier Espacio Cultural. “Forcho” dirige el cine desde junio de 2024, comenta que abrio por múltiples razones “mi tío es actor y justo tiene una sala de teatro en el fondo de la casa y se me ocurrió hacer un ciclo de cine japonés cyberpunk en blanco y negro un día a la semana […] pero tuve que ceder un poco para realmente poder penetrar en la gente culturalmente porque sino, no iba a venir nadie” ademas el buscó “compartir cultura con gente, como para hacer algo de mi vida” de a poco, el proyecto fue tomando forma. El compartir refleja un amor al arte y eso lleva a querer mostrarle al mundo sus bellezas, es así que el cineclub ZAP localizado en Maipu 575 (Sociedad Sirio Libanesa) abrió sus puertas de la mano de Vale y Santi quien nos comenta “la idea de comenzar nuestro propio cineclub nace a partir del amor que compartimos por el cine […] el propósito de Zap es cambiar el mundo. Sabemos por experiencia propia que el cine (y el arte en general) es absolutamente transformador.” 

La selección de lo que se proyectara varia de cada cineclub. Pablo, quien dirige La Calesita ubicada en San Martín 251 (Espacio INCAA), lleva a sus audiencias una forma diferente de ver cine “organizamos las proyecciones en ciclos, para poder formar un programa consistente de principio a fin, siempre pensando que todos van a ir de la primera hasta la última función […] Así pueden descubrir, por ejemplo, que se hizo cine noir en Argentina con un enorme nivel”. De esta forma la cartelera es variada, donde al espectador se le brinda todo tipo de producciones, paralelamente ZAP en su proceso de selección busca  “abarcar la mayor cantidad de géneros, nacionalidades, décadas y estilos posibles. Lo que no debe perderse de vista es el impacto, que puede venir tanto de una escena como de una actuación, de la fotografía, de la música, del guión, etc”.  Esto posibilita el intercambio de ideas entre el público y quienes presentan el ciclo (que son espectadores también) forjando comodidad y una comunidad. 

Tal es la comunidad que en el caso de Susini “la mayoría de gente que viene en particular son estudiantes universitarios ya sea de filo, artes, la quinta agronómica, de todas las facultades” aquí el espectador mientras espera que la proyección empiece charla en el patio y además puede deleitarse con un café caliente y galletitas veganas, hechas por el mismo organizador del espacio. El cine ya no es solo sentarse y ver una película, para Forcho es también una forma de militancia “otro objetivo que tengo es micro militar el veganismo” comentando orgulloso y es que el sabe que son aclamadas por su público habitual. 

En charla con quienes dirigen algunos de los cineclubes tucumanos, coinciden que este tipo de espacios es importante para la cultura tucumana, sobretodo por el elevado costo de las entradas que aproximadamente rondan los $10mil. Pablo dirige “La Calesita” y comenta “Creo que es indispensable tener espacios así, si se pretende tener una vida cultural plena y activa en la ciudad. Los cines comerciales son espacios ultra restringidos, en primer lugar por los precios, que son inaccesibles para pensar en una salida familiar de clase trabajadora”. Los cineclubes tienen entrada libre y gratuita, pero para que estos proyectos sigan en pie, la colaboración del público es importante: Susini es a la gorra, ZAP con un bono no obligatorio de $1000, con lo que cubren gastos de mantenimiento y de los refrigerios servidos antes de la función. 

El entretenimiento es importante, pero está en crisis, sobretodo por las políticas económicas que el país atraviesa, pero no todo está perdido. En este caso, los cineclubes aparecen como una forma distinta de consumir filmes, son alternativas económicas y con cartelera variada, que con mucha suerte logran cambiar perspectivas. 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *