POR CAMILA NARVAJA
El estreno de la película Belén no solo destaca por su calidad cinematográfica o porque está seleccionada para el festival de Cine de San Sebastián: aquí en Tucumán nos interpela porque es una historia atravesada por injusticias, la resistencia y la necesidad de visibilizar una herida colectiva enorme.
Belén: el caso que abrió la puerta
Belén—nombre ficticio para proteger su identidad—es una joven tucumana que en 2014 llegó al hospital Avellaneda con un fuerte dolor abdominal. A partir de ese momento fue criminalizada, acusada y condenada a ocho años de prisión tras sufrir un aborto espontáneo. Su caso, cargado de irregularidades, fue uno de los más emblemáticos de la violencia institucional ejercida desde el sistema de salud y el poder judicial contra los cuerpos gestantes en Tucumán. El suyo no fue un caso aislado. Al contrario, abrió una herida que permitió visibilizar otras historias atravesadas por la misma violencia llevada a cabo por el sistema de salud y la justicia.
María Magdalena y Eva: la repetición de un patrón
Como en el caso de Belén, la salud pública se convirtió para María Magdalena y Eva en un espacio de sospecha y castigo antes que de cuidado.
María Magdalena —nombre ficticio para proteger su identidad— llegó una noche a la Maternidad de Tucumán con un fuerte sangrado. Creía que se trataba de un problema biliar, pero los médicos le informaron que estaba cursando un aborto, algo que ella desconocía. Pese a sus explicaciones, no le creyeron: le practicaron un legrado sin anestesia y la Jefa de Guardia, Claudia Callejas, rompió el secreto profesional al llamar a la policía para acusarla de haberse provocado el aborto.
Internada en la sala de partos, sufrió hostigamientos, fue esposada a la camilla e interrogada por policías mientras permanecía desnuda, hasta que una psicóloga intervino para frenar la situación. Aunque el Servicio de Salud Mental denunció las violencias sufridas, la institución archivó la investigación y en 2012 la justicia tucumana confirmó el cierre del expediente.
María Magdalena quedó procesada durante tres años por “aborto provocado” fue sobreseída en 2015. La justicia tucumana archivó inicialmente las denuncias por violencia institucional. Recién en 2020, tras la intervención de la Corte Suprema de la Nación, se reabrió la investigación por violencia institucional, y el fiscal Mariano Fernández pidió llevar a juicio a Claudia Callejas por violación de secreto profesional. Después de 13 años de litigio, este 11 y 12 de septiembre se llevará a cabo el juicio oral y público de la causa.
Eva —nombre ficticio para proteger su identidad— acudió el 7 de noviembre de 2023 a la guardia del Hospital Parajón Ortiz de Famaillá, porque sentía un malestar. Tras esperar dos horas, la consulta duró apenas cuatro minutos y le diagnosticaron “lumbalgia”, indicándole un tratamiento con suero, anti-inflamatorio y analgésico. Mientras estaba en la camilla, fue varias veces al baño, y en la última visita sufrió un parto en avalancha y perdió la conciencia, según explicó su abogada.
El supuesto hallazgo del feto en la basura por parte de una empleada de limpieza derivó en una denuncia policial y en una investigación penal que acusó a Eva de haber matado al recién nacido. La defensa sostiene que la Fiscalía basó su acusación en estereotipos de género y no consideró la negligencia médica que permitió que un embarazo avanzado pasará desapercibido en un hospital.
Porque todas fuimos, somos o seremos…
La historia de Belén, María Magdalena y Eva revela un patrón de violencia institucional y judicial que atraviesa a Tucumán y a todo el país: mujeres criminalizadas por eventos obstétricos que deberían haber sido atendidas con cuidado y acompañamiento, no con castigo. Estas historias necesitan ser visibilizadas, y Belén cumple un rol central en ello: al llevar estos relatos a la pantalla, permite que el público conozca, comprenda y cuestione las injusticias que viven día a día las mujeres que tantas veces quedan invisibilizadas.
La Fundación Mujeres x Mujeres (MxM), y especialmente su presidenta Soledad Deza, han sido fundamentales en la defensa de estos casos y de otros que marcaron la lucha por los derechos reproductivos. Su trabajo muestra la importancia de la solidaridad, la organización y la incidencia legal para que se haga justicia y se transforme la realidad.
Que Belén llegue a los cines no es solo un logro cinematográfico, sino un acto de justicia simbólica: pone en evidencia lo que muchos quisieran ocultar y recuerda que estas historias no son aisladas. Porque todas fuimos, somos y seremos Belén.