POR DEBY MONTIEL
Crónica del #3J en Tucumán I En una Argentina marcada por el ajuste y el desmantelamiento de políticas de género, miles de mujeres salieron a las calles para exigir justicia, memoria y derechos.
Las plazas argentinas se volvieron a llenar de pañuelos violetas y carteles con el nombre de mujeres asesinadas: el país entero conmemoró una fecha que más que una efeméride es una herida que no cierra. A diez años del primer Ni Una Menos, el grito no perdió fuerza pero sí ha ganado peso, el de las vidas de las que ya no están, de las voces que ya no pueden gritar. Desde el 3 de junio de 2015 cuando el femicidio de Chiara Páez, una adolescente de 14 años que fue asesinada por su novio conmovió a todo el país, estalló la indignación colectiva pero la violencia machista no se detuvo. En los últimos meses el desfinanciamiento, los retrocesos y el fuerte desinterés del Gobierno nacional representan un panorama desolador para todas las mujeres.
Una década de femicidios

Según datos del observatorio Ahora que sí nos ven, desde 2015 hasta mayo de este año en Argentina se registraron más de 2.827 víctimas de femicidio. Es una cifra que estremece, en promedio una mujer es asesinada cada 31 horas. El 85% conocía a su agresor, el 17% (1 de cada 10) había denunciado a su agresor previamente.
Las cifras no lo dicen todo, detrás de cada número hay una historia truncada, una familia destruida, niños huérfanos, sueños que ya no se podrán cumplir. Esos rostros son los que hoy cubren paredes, banderas y murales.
Tucumán también se hizo escuchar

Como cada 3 de junio, el grito de “Ni una menos, vivas nos queremos” resonó con fuerza en el centro de la capital tucumana. Cientos de mujeres y disidencias salieron a las calles para visibilizar sus reclamos, expresar su dolor y exigir justicia.
Este año, la marcha se dividió en dos columnas. Por un lado, la Multisectorial, asambleas de estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras y algunos familiares de víctimas de femicidios se concentraron en plaza Urquiza desde donde movilizaron a las 18:30 hacia plaza Independencia, allí se realizó un acto frente a Casa de Gobierno.
Por otro lado, el colectivo Ni Una Menos, junto a organizaciones de izquierda (PTS, el MST, el Frente Popular Darío Santillán, Adiunt, entre otros), autoconvocados y familiares de víctimas, se concentraron en plaza Yrigoyen. Allí se llevó a cabo una radio abierta desde las 17:30 y luego marcharon también hacia plaza Independencia para participar del acto de cierre.
Carteles que hablan
Los carteles fueron protagonistas. Entre los reclamos que se podían leer, destacaron frases como: “Basta de matarnos”, “No al ajuste de Milei”, niñas no madres”, “No al desmantelamiento de las políticas de género”, “Ni una jubilada menos”, “¿Por qué te molestan las que luchan y no las que mueren?”, “Basta de femicidios, violencia y abuso”. También se hicieron presentes los nombres de víctimas de femicidios, escritos en pancartas que exigían memoria, verdad y justicia.
El ajuste como política de género
Con la llegada de Javier Milei a la presidencia en 2023, el país inició un proceso de recorte estatal sin precedentes. Entre las primeras medidas estuvo la eliminación del Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad, degradado primero y disuelto por completo en junio de 2024 cuya justificación fue una lucha contra “estructuras ideológicas.”
Estos recortes no fueron sólo simbólicos. El presupuesto destinado a políticas de género cayó un 33% en 2024 y el presupuesto para 2025 no contempla fondos para programas claves, como el acompañar, la línea 144, el patrocinio legal gratuito para víctimas de abuso o la educación sexual integral. La distribución de pastillas abortivas fue cancelada y el acceso a métodos anticonceptivos quedó en manos de las provincias.
Reformas y discursos que duelen
El Gobierno promueve un paquete legislativo que busca eliminar la figura del femicidio del Código Penal y derogar las leyes de paridad de género. Argumenta “igualdad ante la ley” sin “privilegios de género”. Esta propuesta, impulsada por Javier Milei y sectores afines a su gobierno, desconoce las desigualdades estructurales que enfrentan las mujeres y disidencias. Especialistas advierten que eliminar esta figura invisibiliza la violencia de género y debilita las herramientas legales para prevenirla y sancionarla. El femicidio no sólo agrava la pena, sino que reconoce el motivo de odio detrás del crimen. Eliminarlo sería dar un mensaje de negación frente a una realidad que sigue cobrando vidas.
A diez años del primer Ni Una Menos, la violencia machista no ha cesado, pero tampoco la respuesta colectiva. Las calles siguen siendo el espacio donde las ausencias se vuelven bandera y la bronca se transforma en grito. En un país donde se intenta borrar conquistas, la memoria y la organización popular se aferran con más fuerza que nunca. Porque mientras haya una sola mujer o disidencia en peligro, la lucha seguirá siendo urgente.