POR MARÍA GUADALUPE BRANDÁN & AGUSTINA MARÍA MAMANÍ RICCI
En el transcurso de una semana, las redes sociales fueron inundadas con un video publicitario de una estación de servicio Shell en una localidad de Entre Ríos, primero, y luego con la conmoción por el triple femicidio de Brenda Loreley del Castillo, Morena Verri y Lara Morena Gutiérrez, quienes fueron asesinadas y descartadas en bolsas de basura en un ataque vinculado a redes narcos. Exactamente la misma imagen que días antes fue tomado como broma o chiste en el video de Shell, se vio reflejado en el triple femicidio. Analizaremos junto a la abogada y activista feminista tucumana Luciana Gramaglio, la continuidad entre lo que conocemos como violencia simbolica y violencia real, ademas de visibilizar la repercusión social que expueso la publicidad.
En el video dos empleados cuentan en tono de humor que una mujer, presentada como “molesta”, luego es introducida dentro de una bolsa de basura para ser despachada como desperdicio. ¿Una agencia de marketing cobró por esto? El video termina con frases como “qué paz” y “no va a joder más”, de alguna manera dando a entender que celebran este accionar frente a la figura de la mujer.
Lejos de ser una simple broma, lo que realmente se mostró en ese video conmovió a gran parte de la sociedad argentina. Un símbolo como la bolsa de consorcio en nuestro país no es un objeto neutro, esto ya se ha convertido en un símbolo trágico, porque una y otra vez aparece repetido en escenas de crímenes a mujeres en nuestro país, como ser el caso de Ángeles Rawson en 2013 o Doris Cappenberg en 2016, los cuales son algunos de los casos más conocidos y de los que se tiene registro. Ahora más recientemente el caso de Brenda, Morena y Lara, quienes fueron secuestradas en la vía pública, llevadas a una vivienda precaria del barrio Bosques y posteriormente asesinadas con una violencia extrema. Los cuerpos aparecieron mutilados y descartados en bolsas de consorcio, un signo de la deshumanización con la que operan las redes criminales. Por el hecho quedaron detenidos varios hombres vinculados al narcotráfico, lo que expone además la relación entre la violencia de género y otros entramados delictivos que atraviesan al país. El crimen no solo generó conmoción social, sino también una masiva movilización en todo el país, con marchas bajo la consigna de “Ni una menos”, donde familiares y organizaciones feministas exigieron justicia. Luciana explica que el repudio fue inmediato porque “en Argentina existe un movimiento de mujeres muy fuerte que viene luchando hace años para visibilizar y erradicar las violencias. En este contexto, no hay margen para tolerar mensajes que banalizan el secuestro, la desaparición o el femicidio”.
Sin embargo, podemos relacionar algunas reacciones indiferentes, tanto ante el video de Shell, donde Luciana resalta que “hubo quienes defendieron el video diciendo que ‘son todas sensibles’, que ‘era solo un trend’, o que no veían violencia ahí. Ese discurso también forma parte de la violencia, porque naturaliza lo inaceptable”. En el caso del triple femicidio, se vio la misma lógica de indiferencia, los cuales se hicieron evidentes cuando se conoció la noticia. A las jóvenes no solo se las nombró como víctimas, sino también se conocieron voces de personas que hacen eco de su estilo de vida, sus trabajos o principalmente de los vínculos que mantenían, trayendo una frase que es muy común cuando hablamos de femicidios: “algo habrá hecho para terminar así“, usando este tipo de comentarios para justificaran el crimen. Los mismos no surgen de la nada, forman parte de una sociedad que tiende a responsabilizar a las mujeres por lo que les ocurre, en lugar de cuestionar y castigar a los agresores o a las mismas estructuras políticas que permiten que este tipo de violencias se repita. Gramaglio subraya que lo simbólico no es inocente: “La violencia simbólica y la violencia real no son dos cosas separadas, sino parte de un mismo continuo. Lo simbólico prepara el terreno para lo real porque legitima, minimiza o vuelve aceptable lo que, en los hechos, termina en golpes, abusos o muertes”.
En Tucumán también se disputan los sentidos sobre la violencia de género
La abogada también realizó un análisis de cómo circulan estos discursos en Tucumán; “En Tucumán circulan, como en todo el país, imaginarios que refuerzan la idea de que ‘no existe la violencia de género’, que ‘las feministas nos pasamos tres pueblos’, o que ‘ahora hay más derechos para las mujeres que para el resto’. Pero también tenemos un movimiento de mujeres y feministas que viene señalando y visibilizando la violencia en todas sus formas, exigiendo justicia en casos de femicidios, cuestionando las estructuras que la sostienen y que no se calla ante las desigualdades”.
En ese sentido, Luciana recordó luchas locales que se dieron en este contexto y se volvieron emblemáticas: “El Caso Belén, el Caso Lucía y también muchos otros fueron hitos que mostraron la potencia del movimiento feminista en Tucumán. Nos hemos transformado en un actor social relevante y dinámico de la provincia. Nada de eso sería posible sin las redes que construimos las feministas, que hemos entendido la importancia de lo colectivo para transformar el mundo”.
Respecto a los mecanismos legales existentes, la abogada nos explicó: “Que en Argentina existe la Defensoría del Público, que recibe reclamos de las audiencias cuando sienten afectados sus derechos frente a mensajes discriminatorios o violentos en medios. Si bien la ley fue pensada originalmente para radio y televisión, hoy se abre el debate de si también debería abarcar a las redes sociales, que cumplen el mismo rol de comunicación masiva”. Y agregó que en este caso, una jueza de Entre Ríos abrió una causa judicial por violencia simbólica. Sin embargo, advierte: “Me queda la duda de si corresponde llegar a ese punto. En este caso el repudio social, la baja de los videos y las disculpas públicas marcaron un límite claro. Quizás el mayor valor de estos episodios no esté en la sanción judicial, sino en el aprendizaje colectivo”.
La viralizacion del caso, demostro que en Argentina existen limites contra el supuesto humor que minimiza o banaliza la violencia contra las mujeres. Frente a los sucedido con el video y el triple femicidio poco tiempo después, hace que la violencia simbólica deje de ser un concepto abstracto para pasar a ser algo mucho más concreto que se vuelve tema de conversación. Desde la militancia, la tarea es clara: no silenciarse. “Lo primero es no callarnos: cuando aparece un contenido violento, hay que señalar, discutirlo y visibilizar. La denuncia pública y colectiva es fundamental. También es clave la educación y la formación en perspectiva de género, porque muchas veces la violencia simbólica se cuela en los discursos y prácticas cotidianas casi sin que nos demos cuenta “.
Del mismo modo, el triple femicidio no se trata de un hecho policial aislado más, sino de algo que se repite en el país, visibilizando la problemática estructural que nos atraviesa. Creemos que la discusión pública no puede reducirse a los detalles mínimos que se conocieron de las víctimas, ni a su vida privada, sino que debemos exigir justicia, reclamar a las instituciones que fallaron en protegerlas y reconocer que cada femicidio es el resultado de una sociedad que naturaliza y habilita la violencia de género. Hablar, marchar, exigir políticas públicas, es también una manera de pedir justicia.
La abogada Gramaglio retoma una advertencia histórica para explicar el momento que estamos viviendo en la actualidad, “Nuestros derechos son conquistas recientes y, como decía Simone de Beauvoir, ‘No olvidéis jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados’. Hoy estamos atravesando una crisis política, económica y social que viene acompañada de un retroceso en derechos y una disputa de sentido a nivel nacional y global, por lo que necesitamos estar aún más alertas. Combatir la violencia simbólica es parte también de defender el terreno que hemos conquistado”.
Luciana Gramaglio, abogada feminista egresada de la Universidad Nacional de Tucumán. Especializada en acceso a la justicia y género. Fue subdirectora de la Dirección de Niñez, Adolescencia y Familia de Tucumán. Trabajó en organizaciones como el Comité de Latinoamérica y el Caribe en Defensa de los Derechos de las Mujeres (CLADEM) dónde fue parte del equipo de abogadas y abogados en el caso Lucia. Además integró el equipo de la defensa de Belén. Actualmente litiga en el estudio jurídico González Gramaglio, y fundó la consultora EPICA (Estrategias para la Igualdad. Consultoría y Asesoramiento). Además integra la red latinoamericana de abogadas y abogados litigantes de ESAR.