POR EVA FONTDEVILA*
Desde hace algunos días la infancia está en boca de todos y todas. Las noticias proliferan y los abordajes políticos y mediáticos también. Niños y niñas que toman la palabra interpelan al mundo adulto: ¿la crueldad desde el poder es aceptable? ¿Serán las niñeces las que pongan las palabras necesarias para construir un mundo mejor?
Los temas centrales de la agenda involucraron esta semana a chicos y chicas: la situación salarial crítica de los médicos y médicas del Hospital Garrahan, institución del más alto prestigio a nivel nacional e internacional en materia de salud infantil se puso en el tapete, concitó una enorme adhesión social, con movilización al Congreso incluida, así como todo tipo de respuestas por parte de dirigentes políticos de diversa procedencia y trayectoria.
Fuimos testigos de la acusación sobre el presunto “elefantismo” del hospital por el supuesto nombramiento masivo de personal administrativo, que fue desmentido con datos, hasta la agresión directa a los profesionales a quienes se acusó de ñoquis, pasando por las falaces confrontaciones entre médicas residentes y dos diputadas nacionales afines al gobierno nacional, una desde un estudio de televisión (Juliana Santillán) y otra a través de la red social X (Lilia Lemoine) que pretendieron instalar que la línea de pobreza en el país se encuentra en un tercio del número real, para deslegitimar el reclamo salarial.
En este escenario el uso de las palabras no es inocuo, teniendo en cuenta que llamar “ñoqui” a un trabajador mientras se afirma desde el poder que el Estado es el principal problema del país, es, de mínima, incitar a la violencia contra los profesionales que tras años de formación reclaman condiciones laborales dignas para brindar el servicio de excelencia que se les reconoce y que incluso el oficialismo debió admitir.
La diputada Santillán llamó “la chica” a la médica que había dicho que su salario estaba por debajo de la línea de pobreza. Y la diputada Lemoine, luego de confundir los datos del INDEC sostuvo públicamente que las personas deberían pensar antes de elegir una carrera que ya se sabe que está mal remunerada.
Por otro lado, la agenda se vio enfocada en el desmantelamiento y crisis del sistema de atención de las personas con discapacidad. Los dispositivos de contención, tratamiento y abordaje de la discapacidad tienen una trayectoria en Argentina. Un complejo sistema involucra instituciones públicas, servicios de traslado, obras sociales, centros terapéuticos, y un rol clave de las familias; todo ello requiere un aceitado circuito operativo, administrativo y de recursos económicos y humanos. Bajo la acusación (nunca verificada) de que en el país se habrían otorgado discrecionalmente pensiones por discapacidad, el Ministerio de salud viene desfinanciando el sistema, poniendo bajo sospecha a las propias personas con discapacidad, además de haber vuelto a utilizar palabras estigmatizantes para referirse a los usuarios. Las familias piden la declaración de la emergencia en discapacidad.
En este marco, lo más relevante de la semana fue la irrupción de las voces de algunos niños y niñas, que se volvieron emblemáticas en este contexto. Ian, Alma, Luca y Martina son solo algunos de tantos.
Luca tiene 9 años y es paciente del Garrahan. Pide por la salud pública y dice que no está bien que los adultos la desfinancien. Rescata la atención de sus doctoras Gaby y Consuelo, pero además dice que los que lo atienden son “muchos”. Sin agresión, sin violencia y con una lógica simple pero implacable pide que no arruinen eso que le salvó la vida.
En la misma tónica hablaron Jimena, la mamá de Martina, una niña tucumana a la que también el Garrahan la salvó. Alma, de 9 años, le pidió a Milei que “si puede le pague a los médicos del Garrahan” porque “Cuando estoy triste en el hospital y estoy internada, vienen los médicos y empezamos a jugar para que no me ponga triste. Jugamos y bailamos”.
Lo de Ian Moche es muy resonante. Tiene 12 años y desde hace mucho tiempo se dedica a activar por los derechos de las personas en el espectro autista. Sus explicaciones son claras y accesibles. En sus jóvenes años ya se reunió con al menos una decena de funcionarios, políticos y referentes para explicar por qué las personas autistas “no están en su mundo” sino en el mismo mundo que el resto: “no vivimos en autistalandia”, grafica. Su modo de explicar es tan concreto que en los medios de comunicación es una fuente habitual. Pero ahora se convirtió en noticia porque junto con su mamá, explicaron en televisión que el director de la Agencia Nacional de Discapacidad, ANDIS, el organismo público que debe garantizar sus derechos, le dijo en 2024 que las personas con discapacidad son asunto de su familia y no del estado. Diego Spagnuolo, titular de ANIDIS y persona de confianza del presidente Milei por haber sido su abogado, salió a desmentir al niño, y el presidente de la Nación fue incluso más allá: lo agredió y lo expuso en las redes sociales al compartir una publicación de uno de sus seguidores.
La consecuencia fue una sucesión de agresiones hacia el niño y su familia. La elemental agresión al niño fue de “kirchnerista”, lo que habilitó el odio y el desprecio por parte de los fans del libertario. Ian fue sometido a dar explicaciones en televisión, se puso nervioso, lloró e incluso pidió perdón por haberse quebrado al aire. Su mamá explicó luego que había pasado unos días de angustia pero luego reapareció con su tranquilidad y simpleza para seguir conmoviendo y llamándonos a la reflexión.
El trabajo comunicacional desde la perspectiva de los derechos de las infancias incluye un concepto fundamental: los niños y las niñas son sujetos de derechos, y sus voces son claves para comprender el mundo que contenga a todos y todas. Cuando los medios de comunicación se ocupan de temáticas de las infancias suelen hacerlo de modo sensacionalista, vinculando a las niñeces con hechos de violencia, como víctimas o victimarios; la operación habitual es mostrar a los chicos y chicas como estereotipos extremos: el niño problema/ desastre o el niño superdotado / extraordinario.
Las voces de los pacientes del Garrahan y las de los chicos y chicas con discapacidad son solo parte de una tarea necesaria: garantizar el respeto por las infancias y sus derechos. Comprender que las niñeces son las primeras afectadas cuando se interrumpe la provisión de alimentos a los comedores comunitarios, cuando se desprestigian y estigmatizan la educación y la salud públicas, cuando se desatienden los salarios docentes o se debilita el acceso a programas de prevención de embarazos adolescentes, la educación sexual integral o la interrupción voluntaria del embarazo. También cuando se cancela la obra pública de construcción de Centros de Cuidado Infantil o cuando se abandona la política de reparación a niños y niñas hijos de victimas de femicidio.
Ian Moche lo nombra con todas las letras: se refiere a derechos adquiridos como una conquista colectiva. Con 12 años ya experimentó la crueldad aplicada desde el más alto lugar del poder. Con su altura ética y su capacidad de comunicación hizo más que el Congreso por las personas con discapacidad. Los diputados oficialistas se retiraron y dejaron si quorum la sesión en la que debía tratarse la emergencia en pediatría y el blindaje financiero al Hospital Garrahan.
*Artículo escrito para Nuevo Trópico y Agencia Anita
**Eva Fontdevila es Licenciada en Comunicación, docente en la carrera de Ciencias de la Comunicación en la UNT y actual directora del departamento de la mencionada carrera.