Los hijos de la Mina

POR ZULMA SEGURA*

Hace 40 años, miraba por última vez el cielo estrellado de mi querido Farallón Negro. Me iba a estudiar en otro lado. Con millones de sueños en el bolsillo, partíamos en el colectivo de la Mina, varios  hijos de mineros.  El destino era Belén, San Fernando del Valle de Catamarca o Tucumán. Nuestros padres, nos mandaban para que fuésemos “alguien en la vida”.

La soledad, la falta de dinero muchas veces, los recorridos por pensiones, comer el consabido arroz, el bulliyng por ser de un pueblo -callados, con la mirada baja-, las postergaciones para que la microeconomía  funcionara, son algunos aspectos que caracterizaban nuestra vida de estudiantes. 

Década del 90, años difíciles. Allí estábamos los hijos de la Mina, estudiando, pasando largas horas en la biblioteca (porque no alcanzaba para apuntes), a mate cebado muchas veces, caminando varias cuadras y cursando muchas materias. Esa fue nuestra vida cotidiana, guiada por el sueño de recibirnos. 

Esta historia de sacrificios hubiese sido sólo eso, un camino “meritocrático” y solitario. Pero no, fue gracias a una red vincular que nos sostenía y a una universidad que nos cobijaba bajo el manto de la gratuidad, que llegamos a cumplir nuestras metas. 

Muy pocos volvieron a la Mina, casi todos  accedimos a estudios universitarios; algunos (como en mi caso), trabajamos en la Universidad porque hemos rendido un concurso.

Amo enseñar y ayudo a muchos alumnos para que no deserten (como otros colegas que hacen lo mismo). Durante este año, hubo algunos  que abandonaron el sueño por no poder sostenerse económicamente. Y duele.

Quiero que la Universidad siga siendo pública y gratuita, para que continúen  accediendo a ella TODOS, incluidos los hijos de obreros. Argumento desde mi experiencia, no voy a debatir con quienes creen que “curramos” con la universidad. Cada quien sabe qué futuro quiere para sus hijos. A mi me pagan para enseñar y lo hago con toda la pasión del mundo, vengo todos los días a la Universidad y paso gran parte del día en ella. Eso ven mis hijas y por eso también la defienden. 

Ahora veo otro cielo, uno más justo que me permite creer ya no en un sueño sino en las posibilidades concretas del título universitario PARA UNA GRAN MAYORÍA. Aquel título que sigue permitiendo la movilidad social que nos ayuda a  pasar de ser hijos de obreros a  profesionales universitarios. Ese cielo se llama:  Universidad Pública y gratuita.
*Zulma Segura es docente en la carrera de Letras y directora del CERPACU. El siguiente artículo es una colaboración para Nuevo Trópico

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