El cierre de una cooperativa popular y autogestionada

POR DEBY MONTIEL

Cuando el alquiler se vuelve letal: la historia de Herrería Norte, una cooperativa que sobrevivió a casi todo pero no pudo con el ajuste de Milei

Durante más de diez años, Herrería Norte, el taller de la cooperativa El Hormiguero del Frente de Organizaciones en Lucha (Fol), funcionó sin detenerse. Formada por  un grupo de militantes barriales que eligió organizarse sin patrón, desde la autogestión y apostando por una forma de producción que prioriza lo colectivo. Hasta que el alquiler, un viejo enemigo de los inquilinos y ahora también de los proyectos populares, los obligó a parar.

De la militancia barrial al trabajo colectivo 

La historia del Hormiguero comenzó en 2011, cuando un compañero llegó desde Buenos Aires con una soldadora y la idea de construir una herramienta de trabajo compartida. “Nos juntamos varios que veníamos de la militancia barrial y de la organización social en La Bombilla y dijimos “armemos algo nuestro”, recuerda Santiago Camuña, uno de los fundadores de la cooperativa. “Así, con lo poco que teníamos, empezamos a soldar y a aprender el oficio sobre la marcha”.

Se conformaron como cooperativa de trabajo recién en 2012. “Queríamos un espacio donde nadie se quede con el valor del trabajo ajeno. Donde todo se decida en asamblea y cada compañero valga lo mismo”, explica Santiago. Para ellos no era solo un taller, era un proyecto político y una apuesta por otra forma de vida.

El nombre “El Hormiguero”  nació de esa idea de esfuerzo compartido, pequeñas fuerzas unidas para sostener algo grande. Con el tiempo, el grupo creció, sumó herramientas, clientes y experiencia. Pasaron por varias mudanzas, siempre alquilando, de un patio en una casa a un taller improvisado, de ahí a un galpón más grande, y luego a otro cuando el trabajo comenzó a multiplicarse.

“Todo lo hicimos a pulmón”, cuenta Ana Lucía  Ruiz de Huidobro, quien se sumó cuando todavía cursaba en la facultad, Ciencias de la comunicación para poder costear los gastos de la carrera (aún así no logró terminarla) “Cada máquina que compramos fue fruto del laburo. Nunca tuvimos créditos ni subsidios. Lo que teníamos era voluntad y un proyecto común”.

Un DNU letal 

Durante años resistieron a las crisis. Sobrevivieron a los ajustes del macrismo, a la pandemia, a los aumentos de tarifas y de los materiales. Pero esta vez, dicen, el golpe vino por todos lados. La inflación desbordada impactó directamente en la caída del consumo lo que hacía imposible al cliente pagar una reja. Un cambio en las reglas del juego volvió imposible sostener el alquiler.

En diciembre de 2023 el gobierno de Javier Milei firmó el DNU 70/2023, que derogó la Ley de Alquileres y habilitó una “libertad contractual plena”. Desde entonces, los contratos pueden pactarse en cualquier moneda, con el plazo que las partes decidan y con ajustes sin límites ni fórmulas oficiales. En los hechos, eso significó que la mayoría de los alquileres comenzaron a dolarizarse y a reajustarse cada pocos meses.

“Para una cooperativa como la nuestra eso fue letal”, explica Ana. “Cuando fuimos a renovar el contrato, el dueño del galpón nos pidió cobrar en dólares y con aumentos trimestrales. Era imposible. No hay trabajo que aguante eso”.

El alquiler se volvió un monstruo que devoraba todo. “Nosotros no queremos subsidios ni caridad”, aclara Santiago. “Queremos poder trabajar. Pero si el alquiler te come más de lo que ganás, no hay autogestión que alcance”.

Un proyecto colectivo obligado a parar 

En octubre, después de varias reuniones, decidieron ponerle un freno a la producción. El monto que iba destinado al alquiler duplicaba el salario de cada cooperativista. “Fue una decisión muy dolorosa”, cuenta Ana Lucía. “Veníamos meses sosteniendo como podíamos, pero ya no se podía más. Todo sube, el alquiler, los servicios, los materiales. Además la demanda bajó muchísimo. Nadie tiene plata para mandar a hacer un trabajo”.

Con la voz quebrada con tono de tristeza Ana relata. “Es muy duro cerrar un espacio que no era solo laboral, sino también un proyecto colectivo, una forma de sostenernos entre compañeros. No es que dejamos un trabajo, dejamos una parte de nuestras vidas”.

La cooperativa había logrado algo poco común, sostener un modelo de trabajo horizontal, con asambleas, roles definidos y distribución equitativa de ingresos. “Trabajar sin patrón no es solo una consigna”, dice Pablo Juárez, otro de los miembros históricos. “Es una forma de vivir. Aprendimos a decidir juntos, a discutir, a bancarnos entre todos. Y eso no tiene comparación con nada”. 

Alquileres disparados a precio dolarizados 

El cierre de Herrería Norte no es un hecho aislado. Desde la aplicación del DNU, los alquileres se dispararon en todo el país. La “libertad” que el gobierno prometió como solución a la crisis terminó beneficiando a los propietarios y dejando a la deriva  a miles de inquilinos sin poder sostener tanto el pago de sus viviendas como de sus lugares de trabajo.

Según datos de organizaciones de inquilinos, más del 70 % de los nuevos contratos se pactan en dólares y los aumentos promedian entre 25 % y 35 % cada tres meses. La mayoría de los pequeños emprendedores o cooperativas no pueden sostener esos costos.

Por la cooperativa pasaron muchos, hombres y mujeres, todos con los mismos derechos y las mismas obligaciones. En este último año la integraban 6 compañeros. 

“El discurso de la libertad funciona solo para los que tienen capital”, dice Santiago. “Nosotros apostamos a otra libertad: la de poder trabajar dignamente, sin patrón y sin que el alquiler te deje en la calle”.

El Hormiguero, símbolo de resistencia 

Hoy el galpón está vacío pero la cooperativa no desapareció del todo. “No queremos pensar que esto es un cierre definitivo”, dice Ana Lucía. “Necesitamos parar, respirar, ver cómo seguir. Capaz en unos meses, o en un año, podamos rearmarnos. No sabemos”.

En ese tiempo suspendido, El Hormiguero sigue siendo símbolo de resistencia. De lo que significa sostener un proyecto colectivo en un país que parece girar cada vez más hacia el individualismo. “El sistema te empuja a competir, a salvarte solo”, dice Pablo. “Nosotros elegimos lo contrario: organizarnos, compartir, construir con otros. Por eso duele tanto ver que el mercado te expulsa”.

“Nos mantenemos vivos”, solía decir Santiago cada fin de año. Esta vez, la frase suena más como un deseo que como una certeza. Pero también como una promesa: la de volver y seguir construyendo un trabajo autogestivo, más justo y sin patrón. 

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